En febrero de 2019, el entonces presidente de Perú, Martín Vizcarra, lanzó la llamada Operación Mercurio, un «operativo sin precedentes» para erradicar la minería ilegal y restaurar la autoridad del Estado en la Amazonía peruana.
Tras la construcción de la Ruta Interoceánica, la carretera que conecta Brasil con la costa de Perú, disparó el negocio clandestino de la extracción de oro en zonas protegidas del Departamento de Madre de Dios.
Multitudes de forasteros comenzaron a instalarse en una zona, hasta entonces un paraíso natural inaccesible, atraídos por el oro que abunda la zona. Ciudades enteras, como La Pampa, se formaron en la zona y en torno a la minería florecieron también la trata de personas e incluso la explotación sexual.
La fiebre del oro arrasó decenas de miles de hectáreas de selva amazónica.
La Operación Mercurio nació para poner fin a esa devastación y una mujer, la fiscal especializada en delitos medioambientales Karina Garay, estuvo en la vanguardia de esa lucha.
Ahora, el documental «Las aventuras de Wonder Woman. Dentro de la guerra contra la minería ilegal en la Amazonía peruana», dirigido por Max Baring, Dan Collyns y Anastasia Moloney, cuenta su historia. Poco antes de que el documental se aborde en el Hay Festival de Arequipa, BBC Mundo habló con la fiscal.
«La defensa de algo de todos»
Nacida en Cusco hace 36 años en una familia de juristas, Karina eligió especializarse en la lucha contra los delitos medioambientales porque «cuando defiendes el medio ambiente defiendes algo que es de todos».
Ya en su época de Cusco se dedicó a perseguir delitos como la tala ilegal de árboles y los policías con los que trabajaba le pusieron el apodo de Wonder Woman, porque, como el personaje del cómic, «no tenía miedo de meterme en los sitios peligrosos para cumplir mi misión».
Pero lo que se encontró en Madre de Dios fue muy distinto.
Casi a diario, salía con efectivos de la Policía y el Ejército a recorrer la selva en busca de explotaciones mineras clandestinas con el objetivo de capturar a los responsables y destruir las máquinas con las que extraían el oro. En barco por los ríos Madre de Dios y Malinwski, o en camioneta a través de la selva, la fiscal Garay se convirtió en la pesadilla de los mineros.
Madre soltera, asumir el reto le obligó a separarse de su hijo, que ahora tiene 9 años.
«Me iba a enfrentar a las mafias de la minería y no quería ponerlo en peligro por eso, así que lo dejé con mi madre en Cusco e iba a verlo cada dos semanas».
Conciliar sus deberes de madre y de fiscal no fue fácil. «Siempre necesita que le cante una canción antes de dormir, y a veces tenía que hacerlo por teléfono desde el barco en el que salíamos de operativo por el río».
«Sabía que estaba haciendo algo por mi país, pero se me hacía duro saber que tenía que cumplir como madre».
El suyo era un trabajo peligroso. Las comitivas oficiales caían a veces en emboscadas y, según cuenta, los militares tenían que responder a los disparos de los sicarios que protegen las minas.
En una ocasión, uno de los quads en los que vadeaban uno de los ríos volcó, haciendo caer a todos los que lo seguían. «Casi nos ahogamos todos allí».
Pero el peor fue el día en que murió un minero en enfrentamientos con la fuerza pública.
«La gente estaba enfurecida. Llovieron las piedras primero y después las balas, y acabaron por prenderle fuego a la camioneta en la que creían que estaba yo», recuerda.
Los mineros usan mercurio para separar y extraer el oro de las rocas en las que se encuentra, y acaba contaminando el agua y la cadena trófica.
Pero la minería es para muchos en esta zona un modo de vida, a veces el único posible. Y cuesta convencerlos de que renuncien a él por más que provoque daños en el medio.
«La mayoría son gente de la sierra que viene hasta esta zona en busca de algo con lo que alimentar a su familia porque en el campo no encuentran cómo», recuerda la fiscal.
Para muchos, la falta de expectativas en el campo compensaba el riesgo de ser detenido por un delito por el que pueden ser condenados a varios años de cárcel.
«Trabajan por necesidad y en condiciones infrahumanas. Mañana, tarde y noche expuestos al mercurio en un agua totalmente contaminada».
«Nunca llegábamos a las cabezas del negocio», lamenta la fiscal, cuyo celo perseguidor se encontró con la incomprensión, cuando no la hostilidad, de quienes vivían de la minería.
«El problema son las mafias, que muchas veces cuentan con la ayuda de personas que están en las instituciones».
«Era habitual que antes de un operativo en las minas o en los prostíbulos recibieran el aviso de que íbamos a ir y nos encontrábamos con que lo habían escondido todo».
Según cuenta, el despliegue de medios de la Operación Mercurio logró terminar con esta dinámica y las intervenciones de los cuerpos de seguridad y la Fiscalía ganaron eficacia.
Los datos avalan su lectura. Según el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía andina, la deforestación en la zona de La Pampa se redujo en un 92%.
¿Misión cumplida entonces?
Pastillas para dormir
No eran los mineros los únicos que no entendían el trabajo de Karina.
«Mis superiores a veces no valoraban nuestros operativos porque no había detenidos. No entendían que para los mineros era muy fácil escapar corriendo por la selva».
Pero, aunque no hubiera arrestados, los militares destruían las máquinas con explosivos, eliminando las explotaciones.
Karina asegura que no trabajaban con los medios adecuados. «No contamos con los equipos de protección adecuados y estábamos en contacto con el mercurio».
A finales de 2020, el dinero de la Operación Mercurio se acabó y el plan fue abandonado.
«Ya casi no se hacen operativos y los mineros han vuelto al lugar«.
Cansada de estar lejos de su hijo, la fiscal regresó a Cusco y asumió un puesto administrativo.
Pero lo vivido en Madre de Dios la perseguía.
«Me llamaba gente de allí para contarme lo que estaba pensando y eso afectó mi salud. Sufrí estrés y acabé tomando pastillas para dormir, por lo que decidí no recibir noticias de allí«.
La deforestación ha vuelto a acelerarse, pero Karina ahora puede ocuparse de su hijo y disfrutar de sus grandes aficiones: escribir y bailar.
Aunque a veces se siente «frustrada» y quiere volver a un puesto como el que tuvo en Madre de Dios, su lucha no ha terminado. «Pronto estaré de nuevo trabajando en algo relacionado con la defensa del medio ambiente».