La pertenencia de Petro al M-19 con intermitencia, por lo que él mismo calificó en su libro autobiográfico Una vida, muchas vidas como “reticencia a las operaciones militares”, fueron su principal talón de Aquiles frente a sus contradictores políticos, quienes no dejan de recordar su pasado insurgente.
Petro fue alcalde de Bogotá en 2012, allí llegó con las banderas sociales de la educación y la lucha contra la desigualdad y la pobreza, ideas que ha defendido también en sus aspiraciones presidenciales.
Sin embargo, su mandato al frente de la capital colombiana se vio interrumpido por su destitución, por parte del entonces procurador Alejandro Ordóñez Maldonado, quien ejerce actualmente como embajador del gobierno de Iván Duque ante la Organización de Estados Americanos (OEA).
En diciembre de 2013, Ordóñez ordenó no solo su separación del cargo, sino también su inhabilitación para ejercer cargos públicos por 15 años. ¿El argumento? Fallas en el sistema de recolección de basuras de la capital, que el entonces alcalde pretendía reformar y desprivatizar. La intención de Petro fue calificada por Ordónez como improvisada y por fuera de la ley.
Tras la alcaldía, Petro se lanzó por segunda vez a la Presidencia y se enfrentó a Iván Duque, con las banderas de la izquierda y la implementación de una paz recién firmada entre el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Sin embargo perdió al no poder convencer al centro político, liderado por Sergio Fajardo, de unirse a su proyecto, y al oponerse directamente a la casta política tradicional colombiana.
Beneficioso o perjudicial, el Petro de esta ocasión cuenta con apoyos que no lo vuelven tan “outsider” de la política tradicional colombiana. Sin contar otros, como el de la exsenadora Piedad Córdoba, cuya impopularidad por su antigua cercanía con el gobierno venezolano le resta a la campaña, en vez de sumar.