Bloques de apartamentos convertidos en centros de cuarentena. Civiles enfrentados a la policía. Interrupciones en el suministro de alimentos y productos.
Así es el panorama que vive Shanghái, la mayor urbe de China, en su tercera semana de estricto confinamiento por el brote de coronavirus que amenaza a la controvertida estrategia de «covid cero» del gigante asiático.
A causa de la propagación de la variante ómicron, la ciudad, con 25 millones de habitantes y un peso vital para la economía del país, sufre la peor ola desde la originada en Wuhan hace más de dos años.
Millones están confinados. Todo aquel que dé positivo es puesto en cuarentena. La ciudad registra más de 20.000 casos al día, un número relativamente menor comparado al de muchos países que ya intentan aprender a convivir con el patógeno.
Pero las estrictas medidas de China implican que las infecciones comiencen a salirse de control para las autoridades, que ahora tienen dificultades para encontrar espacio suficiente para los positivos.
Centros de exhibición y escuelas también han sido convertidos en instalaciones de cuarentena. También se han montado hospitales improvisados.
En un mundo que aprende a vivir con el virus, y con la mayoría de casos detectados siendo leves, las estrictas restricciones de China parecen estar causando ahora una visible desesperación en algunos de sus habitantes.
Falta de suministros
El bajo número de casos graves en Shanghái ha hecho que muchos se pregunten si el confinamiento es necesario.
Las personas deben ordenar comida y agua y deben esperar por los envíos del gobierno de vegetales, carne y huevos, pero algunos analistas dicen que muchos se están quedando sin suministros.
El alcance del confinamiento ha saturado los servicios de entrega, los sitios web de las tiendas de comestibles y hasta la distribución de los suministros del gobierno.
Mientras, en otras partes de China algunos sectores manufactureros puede que se vean obligados a cerrar, al menos temporalmente, porque las compañías no están obteniendo componentes esenciales desde Shanghái.
He Xiaopeng, presidente del fabricante de vehículos eléctricos Xiao Peng, dijo que si las operaciones no reiniciaban otra vez en Shanghái en mayo, potencialmente todas las fábricas de automóviles tendrían que dejar de operar.