Mucha gente invierte su dinero en la Bolsa de Valores, yo decidí invertir en dar becas para que estudiantes latinos estudien medicina; mi ganancia es verlos terminar sus estudios, graduarse, realizar su especialidad y verlos cuidar a su gente”, afirma el médico internista boliviano Jorge Cavero.
Hace más de 30 años, dedica su tiempo y dinero para que cada vez más latinos ingresen a la Facultad de Medicina de la Universidad de Illinois y para que la clínica Cavero Medical Group, que puso en pie en Chicago, dé un mejor servicio integral a los latinos.
Hasta ahora, Cavero invirtió un millón de dólares en las becas, además de otros recursos como patrocinador de eventos sociales organizados por él y su esposa, Kristine Cieslak, para sumar aliados a su causa.
El resultado es que la Facultad de Medicina de Illinois gradúa el mayor número de médicos latinos en EEUU. “Llegamos a admitir 60 alumnos latinos al año; en EEUU hay 300 facultades de Medicina y ninguna tiene esos números”, asegura el médico.
El trabajo no fue fácil porque hace unos cinco años ese éxito en inclusión que Cavero logró con el Centro Hispánico de Excelencia de la Facultad de Medicina de Illinois causó sospechas de algunas personas, que de manera anónima los denunciaron ante el Gobierno de EEUU.
Las acusaciones desataron una investigación que sólo demostró la transparencia del trabajo y, hace unas semanas, el Senado de Illinois reconoció el aporte del centro. Este reconocimiento se suma al premio Sweeney Spirit of Medicine de la Facultad de Medicina de la Universidad de Illinois, que en 2015 Cavero y su esposa recibieron.
Con Cavero Medical Group, ubicado en la esquina de la avenida 63 y Pulasky de Chicago, cada año el médico de raíces bolivianas y sus colegas atienden a más de 25.000 pacientes latinos. Hace un tiempo, Cavero fue contactado por un grupo de médicos que realizan un trabajo similar en Florida y en los próximos dos años podría abrir unos 20 centros de salud más en Chicago. Sabe que será difícil, sobre todo por la inversión, pero está dispuesto a alcanzar ese nuevo objetivo.
“Sería un sueño hecho realidad. Es un gran gusto porque la realidad es que los vecindarios latinos carecen mucho de servicios médicos y poder cuidarlos en su propio idioma y cultura, entenderlos, es una gran ventaja”, señala el médico.
Jorge Cavero nació en la zona Sur de la ciudad de La Paz y estudiaba en el colegio Calvert hasta que a sus ocho años le detectaron hipertensión arterial. Sus padres decidieron llevarlo a EEUU, donde terminó la educación escolar. A mediados de los 70, regresó a Bolivia para estudiar Medicina.
Hizo sus primeros años de carrera en la Universidad Mayor de San Andrés, pero el golpe de Estado de Alberto Natusch Busch (1979) lo obligó a dejar nuevamente el país, esta vez por su educación. Terminó su carrera en República Dominicana, pero siempre ejerció como médico internista en EEUU.
El galeno es hijo del médico cochabambino Jorge Cavero, quien falleció en 2004 en EEUU, y de Blanca Sfeir, también de Cochabamba, quien murió en 2013. Blanca se graduó en Economía en la Universidad de Iowa, en 1950.
“Mi padre aclaraba siempre que era punateño y, además de médico, fue un gran jugador profesional de básquet. Mi mamá sacó una beca para EEUU y en su foto de graduación destaca como la única mujer en medio de unos 35 americanos. Destaca como una flor”, expresa el boliviano que tiene como hermanos a dos destacados médicos: la cardióloga Patricia Cavero y el médico de emergencia Fernando Cavero.
¿Cómo son sus días, doctor?
En la clínica latina Cavero Medical Group, somos un grupo privado de profesionales que prefiere trabajar en zonas donde la población latina no tiene la suficiente atención médica. El 99% de nuestros pacientes son latinos, hablamos español todo el día y les ofrecemos no sólo atención médica, sino incluso traducciones de documentos. Somos los médicos latinos más ocupados porque vemos a más de 25.000 pacientes al año.
También trabajo en la Universidad de Illinois, soy miembro del Departamento de Medicina, del Departamento de Cirugía, aunque soy internista, y del Departamento de Educación Médica. Estoy en el Centro Hispánico de Excelencia, donde apoyamos a los estudiantes latinos a seguir la carrera.
En Chicago hay cinco facultades de Medicina, pero la mayoría no tiene ni 10 estudiantes latinos el primer año; en la facultad de Illinois, tenemos 60, lo que es un tremendo orgullo fruto del trabajo de años cultivando relaciones, especialmente con el grupo latino para que entienda que, si vienen nosotros, les ayudamos a estudiar Medicina. Es muy difícil ingresar a una carrera de Medicina; en nuestra universidad tenemos entre 6.000 y 7.000 aplicaciones al año para 300 plazas y poder tener 60 latinos muestra que hacemos un buen trabajo.
Sí, pero el reconocimiento no es sólo para mí, sino para el equipo con el que trabajo. Estoy en el centro hace 30 años, éste fue creado en los 70. Cuando ingresé a la universidad, no sabía que existía, pero mi idea era ayudar a estudiantes de Medicina latinos con un fondo para que no dejarán de estudiar por falta de recursos económicos. Comencé gracias a Jorge Giroti, director del centro.
Al inicio, dudaron, pero pronto se dieron cuenta de que no había ningún interés, sólo ayudar. Comenzamos a reclutar estudiantes latinos, a realizar cenas donde hablábamos con ellos; visitamos secundarias para decirles que podían estudiar Medicina. La respuesta siempre era que no podían ingresar a la universidad, que no entendían el proceso; entonces, les ofrecíamos ayuda y logramos resultados. El programa se fue notando, los políticos nos llamaban para felicitarnos y hablábamos con ellos para conseguir fondos. Buscábamos al Gobierno para contarle lo que estábamos haciendo y pedir recursos. Como veían que el centro era útil y daba servicio a la población latina, nos ayudaban. Ahora la universidad nos dará el dinero y no tendremos que ir a tocar puertas cada año.
¿Desde cuándo será esa ayuda?
Somos parte de la universidad que es estatal y gran parte de sus fondos vienen del Gobierno, pero nosotros gestionábamos nuestros fondos. Ahora vendrán por la universidad, es algo establecido, el sueño hecho realidad. Ahora somos reconocidos y el orgullo de la universidad porque somos una de las facultades más diversas. Este año, recibimos 45 millones de dólares de los dueños de Amazon como reconocimiento a la diversidad que apoyamos, a las minorías, entre ellas, mujeres.
¿Lo positivo en esta causa?
La Facultad de Medicina, porque reconoció el trabajo, el orgullo y prestigio que traíamos. Hubo años en que el Gobierno nos ayudaba con muy poco, pero la universidad nos daba el dinero que necesitábamos. Muchas veces pagó la electricidad, hasta los sueldos, eso nos animaba.
¿Lo negativo?
Cuando comenzaron a notar que el ingreso de latinos subía, alguien llamó al Gobierno para pedir una investigación. Sugerían que había un fraude. Me dolió en el alma, pero entiendo el mundo en el que vivimos.
¿Cómo se defendieron?
Fuimos con los investigadores. Fui yo, presenté mi caso, mostré las notas de los admitidos desde la secundaria, del preuniversitario, de sus exámenes de admisión, explicándoles que era tan estricto que yo no podía cambiar notas ni nadie en la universidad, que el fraude era imposible porque tendría que haber sido a todo nivel. Hablamos unas cuatro horas, finalmente el inspector me felicitó porque vio que el centro trabajaba transparentemente. Al día siguiente, continuamos como si nada. Tenemos una meta y avanzamos hacia ella, sin ceder un paso.
¿Cuáles son los planes con el centro y la clínica?
La meta con la clínica es una ampliación. Triplicaremos el área que ocupamos para tener un área de tomografía, ultrasonidos, radiografías. Además, negociamos para expandir nuestro modelo con un grupo que está en Florida; buscamos abrir unos 20 centros en barrios latinos de Chicago.
Con el Centro Hispánico de Excelencia buscamos hacer crecer más el programa. Invitamos a los estudiantes latinos de otras facultades para tratar de darles más energía para que recluten a más hispanos.
¿Usted es una persona con mucho dinero?
No, no, no. No tuve ninguna herencia, sólo fue la visión y el deseo de lograr mi objetivo. Cuando me gradué, comencé a trabajar en los suburbios donde gané mucho dinero, pero no le veía sentido, así que me fui a Illinois y llegué a la esquina donde hoy está la clínica. Al inicio fue difícil porque todo lo que ganaba lo invertía para hacer crecer los servicios y la clínica, por la comunidad, felizmente la comunidad despertó y crecimos más. Comenzamos a traer más médicos. Los empleados los reclutamos de la comunidad, todo lo que compramos es del vecindario para promover el desarrollo de la comunidad.
¿Cómo fue ese aporte?
Desde que instauré el fondo, son más de un millón de dólares lo que di en becas, pero, si tuviera más, daría más; tengo aún dos pequeños hijos en secundaria a los que tengo que pagarles los estudios.
¿Recibe algún pago?
El decano me designó unos ingresos nominales para compensar en algo los gastos, pero con eso logramos ayudar a dos estudiantes más cada año. Es un lindo trabajo con una satisfacción incalculable para mí y mi familia. Mi esposa me apoya, es una doctora de emergencia pediátrica en el Hospital de Chicago, tremenda estudiante, toda su vida estudió con becas en las mejores universidades del país.
Con el centro se benefició incluso a mamás solteras.
Sí, tenemos una doctora de emergencias en un hospital muy grande y prestigioso que fue mamá a los 16 años, cuando estaba en secundaria. Su sueño era estudiar Medicina, pero se había embarazado, el centro la apoyó y lo logró. Ella cuenta que su familia no creía que lo lograría.
Dónde están los graduados?
Tengo cajas llenas de cartas de agradecimiento de médicos graduados y que me cuentan que trabajan en diferentes lugares; son cientos que están por todas partes. Hace unos días me mandó un mensaje un urólogo que, cuando llegó al centro, no tenía buenas notas, pero lo orientamos, él puso su esfuerzo, y lo recibieron, se graduó y ahora volvió a trabajar a su barrio latino; es una bendición tener un urólogo ahí.
¿Hacen intercambios?
Sí. Cuando Obama fue presidente, abrió relaciones con Cuba y nosotros fuimos la primera Facultad de Medicina americana en llegar a ese país para hablar con su gobierno. Pasamos reuniones agradables con el ministro de Salud, Jorge Gonzales, un patólogo forense que estuvo en Bolivia, buscando el cadáver del Che Guevara. El resultado fue que trajimos a EEUU médicos de Cuba para que vieran nuestro trabajo.
Extendimos los programas. Mi colega Damiano Rondelli fue a Nepal, Uganda, Nigeria, Perú y Bolivia, a La Paz, donde apoyamos con los trasplantes de médula ósea. Damiano piensa ir a Cochabamba, entre marzo y abril del siguiente año.
¿Se intentó acercamientos con universidades de Bolivia?
Sí, hicimos varios intentos. El primero fue hace muchos años, en un gobierno militar y no nos prestaron atención. La segunda vez había un gobierno que no era nada amistoso con EEUU. La tercera vez logramos firmar con la Facultad de Medicina de Cochabamba. La de La Paz no quería saber nada de nosotros, pero intentaremos otra vez. La política no ayuda mucho, pero podemos lograr algo por el lado privado.
¿El centro apoyó a bolivianos?
Sí. Hace unos días me llamó un boliviano de Indiana que presentó su aplicación. Vi sus calificaciones y no necesita ayuda, tiene buenas notas, pero igual lo invité al centro porque estamos no sólo para temas académicos. Conocí a unos seis o siete bolivianos que entraron a través del centro, muchos están terminando sus especialidades, otros trabajando. Tenemos una buena representación boliviana, nos reconocen bien y ese un orgullo para mí.