Chile tiene la mayor comunidad de palestinos fuera del mundo árabe

Desde que el grupo militante radical Hamás atacó Israel el pasado 7 de octubre, las comunidades israelíes y palestinas en América Latina han seguido con atención el desarrollo de los acontecimiento en Medio Oriente.

Y las principales ciudades latinoamericanas han sido escenario de manifestaciones en apoyo de uno u otro de los actores del conflicto, que desde ese día ha cobrado la vida de 1.400 israelíes y casi 10 mil palestinos.

En ese contexto, miles de personas participaron este sábado en Santiago de Chile en una marcha que tuvo una particularidad: ocurre en el país que alberga la mayor colonia de origen palestino fuera del mundo árabe. Y una de las más antiguas.

Se calcula que unas 500 mil personas pertenecen a esa colectividad.

La embajadora palestina en el país sudamericano, Vera Baboun, explica que «históricamente, la comunidad palestina en Chile ha estado comprometida con el rechazo a todas las atrocidades que la nación palestina vive».

Muchos tienen familiares viviendo en la Franja o en territorios cercanos, y han intentado mantener el contacto en medio de los cortes de internet y comunicaciones que ha impuesto Israel.

Uno de los casos que causó más impacto fue el de Ghassan Sahurie, un niño chileno-palestino de 7 años que estuvo varios días desaparecido en Gaza hasta que, según reportó a la prensa su tío -que vive en Chile-, fue hallado en uno de los hospitales locales.

Pero ¿cómo llegó Chile a forjar ese vínculo tan fuerte con la comunidad palestina? ¿Por qué tantos palestinos decidieron ir a vivir allá, a 13 mil kilómetros de distancia?

¿Por qué Chile?

Para entender el fenómeno migratorio palestino a Chile, hay que retroceder a fines del siglo XIX.

La región de Palestina, entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, considerada sagrada para musulmanes, judíos y católicos, pertenecía por aquellos años al Imperio Otomano.

Eran tiempos de tensiones cruzadas.

«La salida de palestinos, sirios y libaneses se da en medio de una situación de crisis económica, decadencia del Imperio Otomano y represión a los primeros movimientos nacionalistas árabes en la zona», le explicó a BBC Mundo Ricardo Marzuca, académico del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile, en una entrevista realizada en 2021.

En esta comunidad, como en muchas otras, América era vista como un «mundo nuevo» lleno de oportunidades.

De esta manera, muchos jóvenes palestinos siguieron la ruta a Europa por tierra y por mar a Buenos Aires.

Pero en vez de quedarse en la capital argentina, más rica y europeizada, algunos prefirieron cruzar los Andes y seguir hacia Chile, atraídos tal vez por un destino más desconocido.

Entre 1885 y 1940, los árabes sumaban entre 8.000 y 10.000 personas en Chile, según el libro «El mundo árabe y América Latina», de Lorenzo Agar Corbinosla.

La mitad de ellos palestinos que, en su mayoría, provenían de solo tres localidades: Belén, Beit Jala y Beit Sahour.

Pero luego se produjeron otras olas migratorias como, por ejemplo, tras la Primera Guerra Mundialcuando se produjo la desintegración del Imperio Otomano, y tras la Segunda Guerra Mundial, con la creación de Israel el 14 de mayo de 1948.

La fundación del estado de Israel tiene un nombre para los palestinos: la Nakba, es decir, «la catástrofe»: el inicio de la tragedia nacional.

Y fue entonces cuando alrededor de 750.000 palestinos huyeron a otros países o fueron expulsados por tropas judías.

Al igual que otros países jóvenes, Chile necesitaba inmigrantes para afianzar su economía y controlar el territorio.

La élite chilena apostó siempre por los europeos, a quienes desde principios del siglo XIX ofrecía tierras y derechos, pero muchos árabes y palestinos aprovecharon el impulso.

«Se produjo una suerte de efecto en cadena, donde determinados grupos llegaron a Chile y fueron trayendo a sus familiares», indicó Marzuca.

«Hay un conjunto de factores que impulsaron su asentamiento: el clima, pues hay ciertas similitudes entre el territorio palestino y el caso chileno; la libertad, algo que se echaba mucho de menos por la represión del Imperio Otomano y después la represión del mandato británico; y la prosperidad económica», agregó el académico.

Industria textil

Los llegados de Medio Oriente optaron por el comercio y los textiles, una decisión que sería clave en la abundancia que haría crecer la colonia.

Seguían su tradición, conocían «el regateo», pero además atendían una demanda pendiente. Llegaban con artículos de paquetería al campo o a las ciudades chilenas donde había poco para comprar.

«Inicialmente los palestinos se dedicaron a ser vendedores ambulantes, luego se insertaron en el pequeño comercio y después, en la década del 30, se produjo un importante aporte de estas familias al desarrollo textil», afirmó Marzuca.

Así, los primeros exponentes de la familia Abumohor –quienes hoy representan uno de los grupos económicos más grandes de Chile, con negocios en el comercio, el sector financiero e incluso el fútbol- recorrían el país ofreciendo mercadería al por mayor.

Otro ejemplo es la empresa Casa Saieh, también de una familia de origen palestino, que se inauguró en la ciudad de Talca en los años 50.

Sus herederos se convertirían más tarde en reconocidos empresarios: Álvaro Saieh, propietario y presidente del grupo empresarial CorpGroup, que actualmente posee inversiones en el sector financiero, en el retail e incluso medios de comunicación como el periódico La Tercera.

Otros inmigrantes empezaron a fabricar algodón o sedas, reemplazando la factura artesanal local o las caras importaciones europeas.

Y apellidos de origen palestino como Hirmas, Said, Yarur y Sumar se volverían sinónimo de una poderosa industria textil.

Tras la rotunda apertura de la economía en los 80 y 90, y ante la intensa competencia china, la mayoría de las fortunas palestinas se expandieron hacia una variedad de negocios: financiero, inmobiliario, agrícola, viñatero, agrícola, alimentario y prensa.

Además de su aporte al desarrollo económico, crearon instituciones de distinto tipo, desde un equipo de fútbol –el Club Palestino- hasta sociedades de beneficiencia y organizaciones culturales.

También fueron exitosos en su asentamiento en distintas ciudades a lo largo de Chile, algo clave para formar lazos con comunidades chilenas variadas.

Y en Santiago, conquistaron el famoso «barrio Patronato», que con sus restaurantes que ofrecen hojas de parra rellenas, o los populares dulces árabes, y al son de la música de esta diáspora, en su momento de mayor auge llegó a ser descrita como una pequeña Palestina.

«Hay un dicho que se repite mucho en Chile: que en cada provincia hay una plaza, una iglesia, un retén de policías y un paisano. ¡Estamos metidos en todos lados!», le dijo a BBC Mundo Maurice Khamis, quien llegó en el año 1952 a Chile junto a su familia desde Beit Jala.

Los apellidos de la colonia destacan en el ámbito de la justicia, la política, la cultura y los negocios.

Además de los ya mencionados, el impulso comercial se retrata en empresas como Parque Arauco, asociado a la familia Said, en centros comerciales en Chile, Perú y Colombia; o el Banco de Crédito e Inversiones, fundado en 1937 por Juan Yarur Lolas y todavía uno de los más grandes de la plaza.

También cuenta con importantes figuras políticas: líderes de partidos, senadores, diputados, alcaldes y concejales son de la comunidad.

Para la embajadora Vera Baboun, «lo más interesante de la comunidad palestina en Chile es que están plenamente integrados como chilenos pero al mismo tiempo está intrínsecamente conectada hacia su madre tierra. Y la causa palestina está viva en sus vidas».

«Turcofobia»

Pero no fue todo tan fácil.

A pesar de que historiadores y expertos afirman que la integración palestina en Chile ha sido «tremendamente exitosa», también hubo momentos complejos.

Los provenientes del mundo árabe debieron soportar una actitud de rechazo de parte de los chilenos que se prolongó por largo tiempo y que hizo difícil su estadía, sobre todo durante los primeros años del flujo migratorio.

Se les denominó peyorativamente «turcos«, lo que hirió a la colonia palestina no solo porque se les asignaba una nacionalidad equivocada, sino que se les identificaba con sus opresores durante el Imperio Otomano.

«En América Latina, así como en buena parte del mundo, primaba el paradigma orientalista civilizatorio y se produjo el fenómeno conocido como la turcofobia», explicó Marzuca sobre la estigmatización.

«Es decir, el rechazo a los inmigrantes árabes por la clasificación de raza que hicieron los europeos; que lo que venía de Europa era símbolo de civilización».

«Hubo un rechazo de ciertas élites, de la alta sociedad chilena, donde los palestinos eran mal vistos. Se decía que no aportarían a la sociedad, que eran ambiciosos, licenciosos desde el punto de vista sexual», agregó el académico.