El embalse de Lindoso, en la frontera entre España y Portugal, sumergió en 1992 al poblado de Aceredo en Galicia.
Fue el 8 de enero de ese año que la hidroeléctrica portuguesa EDP, que gestiona la represa, procedió a llenar el lago del embalse.
Ese día Aceredo quedó congelado en el tiempo y llegó a su fin toda una forma de vida para sus habitantes.
Tres décadas después, una severa sequía casi ha vaciado el lago y ha dejado al descubierto los restos de las casas anegadas.
Es un paisaje conmovedor, espectacular y desolador al mismo tiempo, que atrae actualmente a cientos de turistas tanto españoles como portugueses.
Para otros, sin embargo, el pueblo emergido es una visión que causa pesar.
«Es como si estuviera viendo una película. Tengo un sentimiento de tristeza«, le dijo Maximino Pérez Romero a la agencia Reuters. «Mi sensación es que esto es lo que sucederá con los años debido a la sequía y todo eso, con el cambio climático».
José Álvarez, exalbañil de Lobios, dijo sentir una mezcla de nostalgia y fatalismo al recordar sus días de trabajo en Aceredo. «Es terrible, pero es lo que es. Así es la vida. Unos mueren y otros viven», señaló Álvarez a Reuters.
«Nos hablaron muy bien y decidimos venir. Merece la pena verlo, es como si estuvieses en un paisaje lunar. Pero también da mucha pena la gente que tuvo que irse, lo tuvieron que pasar muy mal», afirmó Maribel Paz, otra visitante, a Efe.