Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada seis personas sufrirá cáncer a lo largo de su vida. Es una estimación estadística demoledora que pone de relieve las dimensiones, las dificultades y, sobre todo, los desafíos que plantea esta enfermedad tan prevalente.
Bajo el término “cáncer” se engloban más de 100 enfermedades distintas, que quedan clasificadas según el tejido del cuerpo en el que aparece.
Cuando son administrados, los fármacos quimioterapéuticos no sólo impiden la división de las células cancerosas, sino también la de estas células sanas. Es entonces cuando aparecen los llamados efectos secundarios. Como alternativa a la quimioterapia convencional, la comunidad científica lleva décadas aunando sus esfuerzos para desarrollar tratamientos que mejoren esa selectividad con el objetivo de minimizar los efectos secundarios.
De entre las muchas estrategias que se investigan, una de las más interesantes es aquella que busca combatir el cáncer con luz. Hay una modalidad de tratamiento que recibe el nombre de “terapia fotodinámica”. Consiste en aplicar una radiación de luz como método para frenar la proliferación de las células cancerosas.
La terapia fotodinámica es una técnica no invasiva que se lleva empleando con éxito en los hospitales desde 1970, principalmente para el cáncer de piel y para tumores superficiales muy localizados donde la aplicación de luz es accesible.
La técnica se basa en un tipo muy particular de moléculas denominadas “fotosensibilizadores”: sustancias capaces de capturar la energía de la luz.