Científicos en Estados Unidos han logrado transformar los azúcares que produce la bacteria Escherichia coli (E.coli) en moléculas de hidrocarburos presentes en algunos combustibles, como la gasolina, según revela un estudio publicado este lunes en Nature.
La investigación, liderada por la Universidad de Buffalo (Nueva York) y la Universidad de California, supone un paso adelante en el desarrollo de biocombustibles sostenibles, ahora que la sociedad necesita nuevos avances para descarbonizar la economía.
El proceso, describen los autores en un comunicado, parte de la glucosa que genera la E.Coli, «una bacteria adicta al azúcar», que a su vez, se transforma a través de una reacción química en olefinas, un tipo de hidrocarburo.
Las olefinas representan un pequeño porcentaje de las moléculas que componen, por ejemplo, la gasolina, por lo que este proceso también se podría replicar para crear otros tipos de moléculas de hidrocarburos presentes en este combustible, destaca en la nota una de las autoras del estudio, Zhen Q. Wang, de la Universidad de Buffalo.
Asimismo, recuerda que las olefinas tienen otras aplicaciones al margen del ámbito de los combustibles, pues pueden usarse en lubricantes industriales y como precursores en la manufactura de plásticos.
Para llevar a cabo este trabajo, los expertos usaron una cepa de E.Coli, inofensiva para los humanos, que modificaron genéricamente para que produjera un conjunto de cuatro enzimas capaz de convertir glucosa en compuestos denominados «ácidos grasos 3-hidroxi».
Toda vez que la bacteria consume la glucosa y empieza a producir 3-hidroxi, los investigadores introducen en el proceso el pentóxido de niobio (Nb2O5), un catalizador que elimina partes desechables de los ácidos grasos para generar las oleofinas.
«Las plantas producen glucosas a través de la fotosíntesis, que transforma el dióxido de carbono (CO2) y el agua en oxígeno y azúcares. Así pues, el carbono presente en la glucosa, y después en las oleofinas, proviene, de hecho, del dióxido de carbono que se ha captado de la atmósfera», resalta Wang.
Más adelante, observa la experta, será necesario precisar qué beneficios tiene este proceso y si se puede aplicar de manera eficiente al desarrollo de biocombustibles.
Una de las primeras cuestiones que habrá que abordar, recuerda, será cuantificar el coste de la energía necesaria para producir oleofinas, ya que si éste es demasiado alto, esta nueva tecnología verde se deberá «optimizar» para que «sea práctica a escala industrial».